¿Qué es la Glicación?
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La glicación está relacionada con el azúcar que ingerimos o que absorbemos a través de algunos alimentos, que se trasforman en azúcares o glucosa dentro de nuestro organismo.

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Cuando la cantidad de glucosa que consumimos es excesiva, no encuentra vehículos que la transporten a las células, entonces se une a las proteínas. Esta unión indebida o glicación deteriorara y acaba la piel, inutilizando las proteínas.

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La glicación puede afectar el sistema sanguíneo, respiratorio y nervioso; dañar los tejidos conectivos y los ojos; y agravar la diabetes. 

La Glicación de la piel

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En la piel, la glicación causa la pérdida de elasticidad y uniformidad, profundizándose las arrugas. El exceso de glucosa en la sangre se une a las proteínas como el Colágeno o la Elastina, abundantes en la piel, deteriorando las fibras de la piel y estimulando el envejecimiento cutáneo.

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Normalmente, el azúcar proporciona energía a las células. Sin embargo, un exceso de glucosa estimula la rápida glicación del colágeno y perjudica la comunicación intercelular. La recuperación del colágeno es más fácil cuando se es joven, pero, con el paso de los años, este proceso se hace más lento. 

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Como consecuencia, el colágeno oxidado y glicado aumenta, acumulándose desechos dañinos conocidos como Productos Finales de la Glicolización (PFG) y radicales libres en los espacios celulares. El resultado es que las fibras se tensan y la elasticidad de la piel se pierde.
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Al “endurecerse” el cutis, se vuelve más vulnerable a las arrugas, la flacidez y el daño producido por la radiación UV.

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Si bien la glicación de la piel – y el envejecimiento – es un proceso inevitable, de origen complejo y que depende también de la constitución genética y el entorno de cada persona, los expertos están de acuerdo en que cada individuo tiene la capacidad de influir en la velocidad con la que su piel envejece.

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Cabe destacar que la piel, como órgano “barrera” que separa el medio interno del entorno, no solo sufre las consecuencias de los factores intrínsecos del envejecimiento, sino además las ocasionadas por factores extrínsecos (radiaciones ionizantes y UV, polución, tabaco, alimentación, etc.), las cuales pueden alterar su condición y función. 

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Como consecuencia de ello, la piel puede sufrir cambios que conduzcan al foto-envejecimiento, inflamación, disfunción inmune, desequilibrio de la homeostasis epidérmica (autorregulación de la piel) y otras alteraciones.

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