* El clímax llegó con Sonne, en la que el grupo mostró la capacidad de fuego de su espectáculo

 

* Con Engel, la banda se lanzó a la mar ‘humana’

 

El grito de “Du, du hast, du hast mich”, “Du, du hast, du hast mich” cimbró al Foro Sol la noche del martes. Las miles de almas se sincronizaron para, en una sola voz, cantar/gritar el coro del clásico de Rammstein, dejando al final de cada frase un silencio profundo. Aunque Till Lindeman dirigía a la multitud por la travesía de (música) metal y fuego por doquier, en algún momento soltó el timón y dejó a la audiencia proseguir con su cántico. Al final, en señal de agradecimiento, le obsequió un beso.

Minutos atrás, el inmueble abarrotado se remecía por los saltos de la muchedumbre en la pista que respondía enardecida a cualquier estímulo proveniente desde el escenario: música, gestos y ademanes del cantante, las pantallas, pero sobre todo, al fuego, a la gran cantidad de fuego desplegado por la banda en todo el recinto. Un espectáculo que cautivó hasta al más escéptico. “Que nunca acabe este pedo”, fue el anhelo lanzado por un fanático, antes de que Lindemann preguntara “¿Quieren más?” La respuesta no se hizo esperar: una ovación y gritos frenéticos en señal de asentimiento. Entonces, el sonido de las trompetas irrumpió y Te quiero Pu… anunció el final de una noche trepidante.

 

Una explosión de fuegos artificiales marcó el inicio de la travesía. Cientos de fans, aun formados para ingresar al inmueble, corrían apenas lograban atravesar el filtro de seguridad mientras Armee der Tristen sonaba de fondo y una ligera lluvia caía sobre la Magdalena Mixhuca. Entonces, Till pareció alentarlos desde el otro lado de la cerca: “¡Cabroooooones!” Correr más rápido fue la respuesta. Agitados, con la respiración entrecortada, corearon Zick Zack, uno de los temas de Zeit, la más reciente producción de los alemanes.

Así, llegó un clásico: Links 2, 3, 4, cuyo potente sonido no hizo más que elevar los ánimos -la multitud se unió a la marcha, alentada desde la batería, con las palmas, después con coros, saltos y los brazos en alto- seguida de Sehnsucht, Zeig Dich y Mein Herz Brent, en la que la adrenalina hizo rugir/corear a la pista, donde miles se arremolinaban en el centro, para tratar de tener una visión completa del entarimado, conformado por “mil toneladas de material” y que -según un video difundido por la propia banda- requiere de siete días para su instalación.

Conocido por sus a veces breves, pero contundentes performances realizados durante algunas de sus piezas, en los que el fuego es uno de los principales protagonistas, el grupo ejecutó el primero de ellos, con ayuda de una enorme carreola al interpretar Puppe, en cuyo final un enjambre negro -nada menos que conffeti-, a toda velocidad cubrió la primera parte de la pista. Con el ánimo encendido, llegó la petición del compromiso: Heirate Mich, en la que el fuego – proveniente de la parte más alta del escenario- comenzó a seducir a la audiencia, que culminó la pieza con los gritos de “¡Rammstein! ¡Rammstein!, ¡Rammstein!”, los cuales fueron acallados por breves momentos por Zeit, pero que al quedar en penumbra el escenario, un rugido volvió para estremecer al Foro Sol: “¡oe, oe, oe, oe, Ramms-tein, Ramms-tein!, “¡oe, oe, oe, oe, Ramms-tein, Ramms-tein!”

Rammstein

El escenario de Rammstein. Foto © Frédéric Batier, Olaf Heine Studio & Jens Koch Photography, tomada de www.facebook.com/Rammstein

 

Entonces, enfundado en un abrigo blanco, Richard Z. Kruspe, el guitarrista, apareció detrás de un tornamesa e inició un remix de su canción Deutschland, que también fue un tributo a otra banda alemana: Kraftwerk, donde los trajes -negros con luces fluorescentes- usados por el resto de sus compañeros recordaron al cuarteto famoso por temas como Autobahn, Radio-activity, The Model y Tour de France. A este segmento siguió la versión original de Deutschland, que dio paso a Radio, otra pieza cuyo video también rinde homenaje a los de Düsseldorf.

Entonces, un “nuevo” personaje apareció en escena. La diminuta figura del Dr. Simi fue a dar a los brazos del guitarrista Paul Landers mientras las primeras notas de Mein Teil sonaban de fondo. Till Lindemann, ya en su papel de “cocinero” amagó al peluche con decapitarle con su enorme cuchillo, pero ante los gritos de rechazo del público, optó por darle un beso. El guitarrista respiró aliviado y abrazó al ejemplar de la famosa botarga a escala. Para ese momento, el torso del tecladista Christian Lorenz, Flake, sobresalía de una enorme olla sobre el escenario, desde donde interpretó todo el tema.

El mismo Flake fue el encargado de anunciar el clásico de la banda: Du Hast, en el que dos flamas salieron disparadas desde el entarimado e hicieron su camino por encima del público hasta las primeras dos, de las seis torres desplegadas a lo largo del foro, que de inmediato se encendieron con sendas llamaradas, mientras los miles aguardaban con impaciencia para poder corear la canción.

 

Así, llegó el sol, el clímax, más y más llamas y el derroche de adrenalina. En Sonne, Rammstein mostró todo el “poderío” de su entarimado, pieza en la que el fuego cubrió desde el pie de la plataforma y llegó hasta la parte más alta de su torre central; mientras a lo largo del Foro Sol, las torres elevaron sus llamas al infinito, iluminando todo el inmueble. Fue el momento cumbre de una cita a la que varias jóvenes llegaron vestidas de Blanca Nieves y que tardó más de dos años en materializarse debido a la pandemia por Covid-19. El furor desatado fue tal, que mientras los alemanes salieron de escena por unos minutos, las pantallas proyectaron a varias fanáticas que no dudaron en dejar sus senos al aire, en tanto, que algunos hombres dejaron sus torsos al descubierto.

El regreso fue menos ensordecedor, pero no por ello menos cautivador. La banda pidió, a través de las pantallas, iluminar el recinto con luces de celular. Entonces, el sexteto se hizo a la mar, humana, en pequeños botes, con los que cruzaron desde la mitad de venue hasta la plataforma, mientras sonaba Engel, cuya letra fue desplegada también en los monitores para que el público pudiera cantarla. Ya sobre la tarima, llegaron Ausderländ -que incluye el beso de ambos guitarristas-, Du Riechst So Gut, Pussy -que concluyó con una lluvia de espuma y después de confetti-, Rammstein – en la que el vocalista describió un círculo con llamas surgidas desde su espalda- e Ich Will -en la que los fuegos artificiales anunciaron el final- y Adieu. “México, los amamos”, soltó Lindemman en español. “¡No se vayan!”, imploró un fan desde la pista, mientras la banda agradeció a una audiencia ávida de dejar atrás el estrés y la ansiedad generadas por la emergencia sanitaria.

Ante el clamor, el sexteto – también integrado por el baterista Chistoph Schneider y el bajista Oliver Riedel– concedió una más, la única pieza que tienen en español en la que Paul Landers uso un zarape negro con vivos tricolores. “¡Viva la Mexico!”, fue el grito de despedida de un grupo que se supera a sí mismo con cada visita que hace a tierra azteca.

 

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