* Dedica ‘Limelight’ a Woolfson, su ex compañero de banda

 

Una travesía por paisajes sonoros, llevada hasta los confines de las emociones, fue lo que ofreció el músico y productor Alan Parsons, con su Symphonic Project junto a la Orquesta Filarmónica 5 de Mayo, la noche del miércoles en el Auditorio Nacional. Un entramado de rock progresivo que en algún momento inspiró una cascada de luz en las butacas para exigir un poco más: “¡Otra, otra, otra!”, gritaban miles mientras agitaban sus celulares en el aire.

Algunas piezas de Pink Floyd, interpretadas por otros artistas, sirvieron para preparar al público. Eran poco más de las 20:30 horas cuando los músicos de la orquesta aparecieron en escena, y las notas de Standing On A Higher Ground, junto a la poderosa voz de Paul Josef Olsson, comenzaron el periplo.

En medio de la ovación, Parsons saludó a sus seguidores en español: “¡Hola México!”, pero continuó en inglés: “Gracias por venir”. Los fervientes fans le ofrecieron una ovación, acto que se repitió en la conclusión de cada pieza y que a veces fue acompañado de expresiones como “¡Maestro!”

Don’t Answer Me fue la siguiente parada, que la audiencia siguió con sus palmas y en la que Tood Cooper hizo vibrar a más de uno con su saxofón; y como “un río que fluye hacia el mar”, llegó Time, en la que Olsson se acercó al público que estaba en primera fila.

“Vamos a tocar una canción que nunca hemos hecho en México”, explicó el productor para presentar Ammonia Avenue, en la que ahora Cooper tomó el micrófono, mientras Parsons, parado en medio del escenario, entre su banda y la orquesta, tocaba la guitarra. “We love you!”, gritó alguien entre el público antes de que la banda iniciara la pieza.

A ese tema le siguió I Robot, que desató la euforia en los presentes, la cual no menguaría, ni siquiera en la despedida de los músicos del escenario, casi una hora después. Así, la multitud sucumbió a los sonidos sintetizados y se dejó llevar por los efectos espaciales que componen la pieza, en la que el artista londinense tocó los teclados.

Le siguieron I Wouldn’t Wanna Be Like You (del álbum I Robot), en la que el bajista Guy Erez hizo gala de su talento; Some Other Time y Breakdown, para la que Alan Parsons solicitó al respetable ensayar primero el coro. El primer intento salió con poco esmero y entusiasmo, por lo que el inglés bromeó y les pidió que se levantaran y lo intentaran una vez más:

 

“Freedom, freedom, we Will not obey

“Freedom, freedom, take the wall away

 

Entonces, un coro de seis mil voces se unió a la de Cooper al final del tema; mientras el resto de los músicos se colocaron al filo del escenario para convivir más de cerca con los fans. Ejemplo que siguió el también ingeniero de sonido durante la interpretación de Don’t Let It Show, nuevamente en la voz de P.J. Olsson; y Luciferama, en la que fueron correspondidos de inmediato con palmas. “¡Gracias Parsons! We Love You!” fueron los gritos con los que el público correspondió.

Old And Wise, Days Are Numbers -con el guitarrista Dan Tracey en las vocales-, Damned If I Do sirvieron para continuar el recorrido por las cuatro décadas de trayectoria del músico inglés, quien declaró que Limelight es una de sus canciones favoritas y la dedicó a Eric Woolfson, músico y compositor escoses, cofundador de The Alan Parsons Project. Después, interpretaron otra pieza “que no habían tocado en México”: Silence And I, en la que Parsons dirigió a la orquesta, y ya en el clímax, aparecieron Prime Time y la entretejida Sirius/Eye In The Sky, que de inmediato puso de pie a todos, ya fuera para bailar, cantar, gritar, y que también provocó que los asistentes de los asientos más cercanos al proscenio se agolparan hacia este, alentados por los músicos.

La despedida se avecinaba. La banda, también integrada por Jeff Kollman (guitarra), Danny Thompson (batería) y Tom Brooks (teclados), abandonó el escenario dejando en la obscuridad el inmueble, la cual se rompió de pronto con un halo de luz proveniente de las butacas. La cortina luminosa, que se contoneaba de lado a lado, parsimoniosa, contrastaba con el grito de miles en una voz: “¡Otra, otra, otra!”

Minutos después, la banda volvió para concluir la aventura. Las últimas paradas fueron Dr. Tarr y Games People Play, que desató una larguísima ovación, que no concluyó hasta mucho después de que todos los músicos, tanto de la filarmónica como de la banda, abandonaron el proscenio, y el staff ya había comenzado a desmontar los instrumentos.

 

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